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Según dice un viejo adagio, cuando algo parece ser demasiado bueno para ser verdad, normalmente no lo es. Con el anuncio que dio el martes pasado el Emir de Qatar, Sheikh Hamad bin Khalia al-Thani acerca de las elecciones del Consejo Legislativo, que se celebrará el 2013, nos planteamos si detrás de la fachada de un reino de hadas, no habrá asuntos oscuros.

Entre los anuncios del emir, está el fin de los monopolios y el establecimiento de una economía de libre mercado, a fin que Qatar se ponga a tono con los nuevos tiempos.

Probablemente el lado oscuro que algunos piensan que hay detrás del reino, no existe, ya que Qatar se asemeja a un reino de cuento de hadas imaginado por Disney, con un monarca benévolo y una hermosa reina sobre un pueblo pacífico, sin problemas por las revoluciones.

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La riqueza del país pasará a las artes y las ciencias, y según se ve en la historia, ellos han construido no uno, sino siete templos de la educación en donde antes sólo había un árido desierto. La cada vez más floreciente capital del país, Doha, tuvo una tasa de crecimiento en el 2010 de un 19%, y el segundo PIB per cápita más ato del mundo.

La arquitectura reflexiva negocia con la constante preocupación del mundo árabe: ¿cómo ser modernos sin perder la identidad?.
A través de la Fundación Qatar, que tiene un valor de miles de millones, el jeque y su esposa Sheikha Moza han utilizado su riqueza para financiar programas de desarrollo en toda Asia.

Además, ellos donaron USD 100 millones para las víctimas del Huracán Katrina en Estados Unidos, y se comprometieron a dar USD 2 mil millones para desarrollar Darfur. También han dado a millones de personas más en Yemen y Pakistán, y han reconstruido ciudades del Sur del Líbano, devastado por la guerra en el 2006, entre Israel y Hezbolá.

Qatar se prepara para cuando el gas y el petróleo se agoten, y para eso, el país ya se va haciendo de aliados, además de fomentar el desarrollo de proyectos que generen energía sustentable.

Qatar está construyendo relaciones con todos los jugadores de países que puedan influir en su futuro, y ha sido capaz de resolver tensiones tribales en Yemen. Toda esta estrategia de supervivencia ha hecho que Qatar en cierto modo, se vuelva una nación indispensable.

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La demostración más evidente de la confianza que debería dar Qatar se encuentra en Libia, donde Qatar ayudó a financiar, armar y entrenar a los rebeldes que derrocaron y mataron a Muammar Gaddafi.

Los gobernantes qataríes, son autócratas benevolentes, y pese a las afirmaciones constantes de que la libertad de expresión está garantizada en el reino, pocos se arriesgan a alzar la voz.

La única señal de disidencia que apareció en una página de Facebook que llamaba a una jornada de protesta, parece haber sido un ardid, porque ninguna persona apareció a la hora señalada.

Algo que llama la atención es la forma en que está constituído el país, lo que podríamos decir, son los esqueletos escondidos tras el armario. De 1,7 millones de habitantes que hay en Qatar, 250.000 son ciudadanos. El crecimiento del país es impulsado por un ejército de trabajadores importados que trabajan por salarios bajos en condiciones extremas. Cuando el campus de Georgetown se completó el año pasado, se destacó por su historial de seguridad impecable. Fue la primera vez en la historia reciente que un trabajador no moría asesinado o herido de gravedad en una obra de construcción.

Los qataríes se quejan que el jeque gasta la fortuna del país en el presente en vez de planear el futuro. El dinero que se gasta en conocimiento es un secreto bien guardado. Con los altos niveles de gasto en tan poco tiempo se comienzan a plantear interrogantes sobre la viabilidad de injertar el estilo occidental a una población nativa narcotizada por limosnas de un Estado generoso que entrega programas de bienestar social a ciudadanos que no trabajan mucho o en empleos de baja calidad.

Un aspecto notable de la confianza del cerebro que conduce Qatar, es que pocos son de Qatar. Sólo el 40% de los estudiantes de las nuevas universidades son locales. Visto desde afuera pareciera ser que este país absorbe gente extranjera para estrujarla al máximo, pero si analizamos a fondo la situación, podemos ver que en realidad, lo que Qatar ofrece a estudiantes y trabajadores extranjeros, son oportunidades, y un buen estándar de vida. Es cierto que hay empleos precarios, como en todas partes del mundo, pero sin duda, son precarios para el estándar de vida qatarí, porque esa gente en su propio país se considera pobre, pero en Qatar, se sienten ricos, si empiezan a repasar su vida antes de llegar a Qatar.

La visión de Qatar es invertir en las generaciones futuras, aún con un Estado autócrata benevolente que todos señalan como no sustentable. Probablemente para cuando sea la Copa del Mundo 2022, comenzará a florecer una reforma democrática.

También hay que considerar que si un modelo, por muy en contra de la democracia que vaya, ha demostrado que funciona bien, los argumentos para insertar cambios van perdiendo fuerzas. A fin de cuentas, muchos países con democracias funcionan pésimos, así que ni un extremo ni otro parece ser la fórmula perfecta. Cada país debe encontrar la suya propia

Vía/ Globalspin

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