Hay concesionarios de automóviles a ambos lados de la carretera, autos de lujo que circulan por ambas vías de la carretera, que los lleva al puente sobre el que está la perla en este nuevo barrio de Doha.
Situado en una isla artificial en el norte de Qatar, este sitio conjuga una mezcla de grandes casas con playas privadas, hoteles de lujo de hasta 50 pisos y autos deportivos para los ultra ricos. La Riviera Árabe, como es llamada por sus promotores, es una de las locuras más recientes del emirato.
El único problema de la isla es que desde finales del año pasado, la venta de bebidas con alcohol está prohibida, y la tristeza se ha apoderado de muchos de los residentes. Los gerentes de restaurantes de primera categoría y tiendas del rubro se quejan amargamente, ya que sus ventas han bajado a la mitad.
En el restaurante tailandés Mango Tree, las botellas de bebidas alcohólicas que habías detrás de la barra han sido sustituidas por contenedores de agua. Los extranjeros que aparecían en masa en las noches durante los fines de semana, llenando las terrazas de los cafés de este enclave de oro, hoy se refugian en los hoteles que adornan West Bay, el distrito financiero de Doha, donde el alcohol sigue fluyendo libremente.
La prohibición de vender bebidas alcohólicas fue emitida por la Compañía de Fomento Unido, una de las sociedades anónimas más importantes de Qatar. La Perla es su operación emblemática. La razón detrás de esta drástica medida, es la borrachera indulgente de muchos que paseaban por las calles molestando a los transeúntes de Qatar. Por otra parte, quieren poner orden a la imagen del país para que el país siga siendo sede de juegos olímpicos internacionales.
Los inversionistas extranjeros creen que esta será una medida temporal, pero la impresión en los habitantes de la isla es duradera, y por su mentalidad tradicionalista, les cuesta asumir cambios.
Aunque el milagro de la Perla de Qatar ha sido posible por sus trabajadores, en su mayoría extranjeros, ni siquiera la composición de su población hace que los Qataríes acepten cambios que para nosotros podrían ser tan sutiles, como abrir el consumo a la carne de cerdo. Pero con resistencias y todo, es muy poco probable que el Emir pierda popularidad.
Vía/ Guardian